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Es creado con la finalidad de recopilar, sistematizar y ordenar diferentes fuentes documentales, sobre los sitios históricos de Caracas, a través de reseñas e imágenes que colaboren al conocimiento de nuestra identidad cultural en la sociedad venezolana.

lunes, 11 de enero de 2010

Esquinas Históricas de Caracas ll Parte

Esquina de San Pablo

En esta Plazoleta se ve la antigua iglesia de San Pablo, seguida del hospital del mismo nombre, que en un tiempo sirvió de cárcel.

En este sitio exactamente, se halla hoy el Teatro Municipal. La iglesia de San Pablo fue derrumbada por Guzmán Blanco, quien consideró digno del espíritu progresista, demoler el pequeño templo que hoy sería una joya de nuestra arquitectura colonial, para levantar un fastuoso teatro que prestara vigor a la cultura caraqueña.

En la maqueta, Ruth Neumann representa la procesión del Nazareno de San Pablo. Desde el siglo XVII se veneró su imagen sevillana hecha de pino flamenco, pertenece a la Iglesia de San Pablo. Cuando la pequeña iglesia fue demolida, el Nazareno fue apostado en la iglesia de Santa Teresa, donde se le conoce con el mismo nombre antiguote “Nazareno de San Pablo”, a pesar de que ha pasado más de un siglo desde que dejó de existir su casa original. Hay que acercarse a la iglesia de Santa Teresa un miércoles santo, para darse cuenta de la magnitud del fervor y la afición que tiene el caraqueño por la antiquísima reliquia. Mujeres, niños, ancianos, jóvenes de todas las edades, unos en hábito morado, otros con sus ropas habituales, hacen largas y ordenadas filas para poder entrar al templo unos segundos, los suficientes para postrarse ante la bellísima obra de imaginería colonial.

Esta veneración, una de las más antiguas y constantes de Caracas, ha sido inmortalizada por el verso recio y profundo de Andrés Eloy Blanco en el “Limonero del señor”.

El ámbito de la Plaza de San Pablo ha desaparecido para dar lugar a la Torre Sur del Centro Simón Bolívar.

En el centro se puede ver la antigua fuente que estuvo primero en la Plaza Mayor (Bolívar). En 1771, esta fuente se cambió por una nueva que se pagó por suscripción popular. Esta también fue de piedra labrada como la anterior, pero tuvo unos mascarones por los que salían sendos chorros de agua para servicio de la parroquia.

En el ángulo del fondo se ven, a la izquierda, la casa del general José Tadeo Monagas, que siguió habitando su viuda Doña Luisa Oriach; a la derecha, la casa de los Salias, famosa por haber sido peña literaria el siglo pasado así como el sitio de reunión de los patriotas revolucionarios. Esta casa dio seis próceres a la patria, de los cuales sólo uno sobrevivió a las insaciables fauces de la guerra.


La esquina de la Pelota

En tiempos del gobernador Alberro, el recinto de la ciudad de Caracas era muy reducido, pues apenas “8.000 almas de comunión” vivían en ella, incluyendo los arrabales. De allí que el límite hacia el este, en lo que hoy es la Avenida Urdaneta era la esquina de la Pelota, por donde corría, siguiendo paralelamente el río Catuche, la muralla que subía a la esquina de Arguinzones o Maturín, para envolver el convento de la Merced, donde los frailes hicieron demoler dos de los baluartes porque estorban la entrada la entrada a su monasterio. Cuando terminó el mandato de Alberro, decayó la construcción de la muralla que había sido edificada en contra de la opinión de los caraqueños y su ayuntamiento, quienes estaban convencidos que era más conveniente para la defensa de la ciudad el castillo al que se había dado comienzo en las inmediaciones del sitio donde se hizo la iglesia de la Pastora.

La vida apacible y semirrural se veía interrumpida por la amenaza de enemigos en las costas, por las epidemias a la corta población o por las plagas que arruinaban las cosechas; no obstante, Caracas seguía creciendo paulatinamente, y el grano del cacao hacia ricos a los cosecheros y despertaba las apetencias de los empresarios europeos que pronto se hicieron presentes con la Compañía Guipuzcoana. Los vascos, laboriosos, con su rigor, trajeron sus usos; y como hallaron en pie aquellos gruesos lienzos de muralla, no tardaron mucho en observar que aquel sitio era muy a propósito para el juego de pelota, por lo que hicieron las reformas y adaptaciones ara crear la primera instalación deportiva conocida en la historia de Caracas. Desde entonces se llamó el lugar “la calle de la Pelota” y luego, y hasta nuestros días, “la esquina de la Pelota”.

El entusiasmo por aquel deporte se hizo mayor cada día, por lo que con el tiempo, aumentó el número de aficionados que acudían a jugar o a observar las competencias en la esquina de la Pelota, que se hizo, por esta razón, uno de los sitios de mayor animación de la ciudad. Pero ocurrió que en 1753, el regidor Fernando Antonio de Lovera y Otañez, a cuyo cargo estaba la construcción de los portales de la Plaza Mayor, pidió licencia para demoler la muralla de la calle de la Pelota, pues necesitaba la piedra para contener el terraplén que nivelaba la Plaza. El cabildo dio permiso al constructor, quien, sin dilación procedió a tumbar el antiguo muro, para desaliento de los aficionados que ya por muchos años asistían al frontón.

En vista de este suceso los deportistas se dirigieron al Cabildo en los siguientes términos: “Don Pedro Solórzano, don Andrés de Ibarra y don Manuel Felipe de Tovar, vecinos de esta ciudad, por sí, y en nombre de los demás sujetos distinguidos que ejercitan la honesta diversión del juego de la pelota…decimos , que de tiempo inmemorial hemos tenido la dicha diversión en la calle que denominan de la Pelota, la cual siempre hemos compuesto y aliñado a nuestra cuenta y mediante a que al presente se halla entendido en el desbarate de la muralla en que estaba afianzando dicho juego… para poder continuar la tan honesta como permitida diversión… se ha de servir V/S/M.Y. concedernos un sito y solar que se halla en la Plaza de la Carnicería inmediata al río Catuche, que se compone de ciento y más varas de fondo y dieciocho de frente, para formar en él la referida diversión del juego de la Pelota.

La carnicería Antigua o Principal estaba situada a la orilla del Catuche, en el area de la esquina de Punceres, y se hallaba limitada, al este, por un espacio amplio que corresponde, en parte a la Plaza España de ahora. El Cabildo respondió favorablemente al ceder lo necesario “para alzar paredes y formar un Juego de Pelota dejando “ocho varas” para la calle que baja al río, por el lado norte y que el lindero sur estaba ocupado por las casas del padre Blas Arráez de Mendoza. Además daba las gracias a los solicitantes por que su iniciativa “se refunde en la utilidad común”, por lo que quedaban exonerados de impuestos.

Por muchos años permaneció la nueva casa del Juego de Pelota en esa zona; tanto que cuando de Pons visitó la ciudad a principios del siglo pasado, halló tres frontones, uno situado al extremo sur, cerca del Guaire, otro “al oriente, no lejos del Catuche” y uno adicional, más alejado hacia el este. Según este crítico empedernido, los criollos: observan exactamente las reglas, y sin desarrollar una habilidad tan grande como la de aquellos (los vascos), lo practican bastante bien para distraer a los aficionados que asisten a sus partidos”. También observó el viajero, que muy pocos jugaban la pelota con la mano descubierta ya que la mayoría usaba la pala o la raqueta.

No obstante, la observación del francés parece no haber sido del todo exacta, pues en el año de 1800, el procurador del Cabildo, explicaba, que desde hacía muchos años, el establecimiento a la orilla del Catuche se hallaba abandonado; el jugo se había suspendido y los responsables no atendían su mantenimiento, por lo que las paredes se habían inclinado y amenazaban con derrumbarse. Esta circunstancia hizo posible que don Pedro de Vegas y Mendoza, pidiera al Ayuntamiento que le entregara el solar del Juego de Pelota “nuevo” para hacer una vivienda; la solicitud se basaba en el peligro que representaban las paredes en desplome, además de que el sitio se había convertido en depósito de “basuras e inmundicias”. El Cabildo, mediante experticia del alarife de la ciudad, dio órdenes para que se derribaran los muros en el término de tres días. Se discutió sobre quién debían cubrir los gastos, pues los deportistas adujeron que no eran propietarios, pues usaban el terreno como “mero comodato”. El asunto pasó a manos del gobernador, pero al fin, el procurador pudo hacer su casa en el juego de pelota “nuevo”, para alegría de los vecinos que ya no verían sus techos maltratados por las pelotas.

La antigua sede del juego, en la actual esquina de la Pelota, fue utilizada por el Cabildo para construir “canastillas” o locales comerciales para alquilar, a un costo de trescientos sesenta y dos pesos con dos reales, circunstancia que benefició al vecino inmediato, don Juan Pablo Mantilla, quien aprovechó el momento para pedir su “paja” o tubo de agua. Estas canastillas fueron totalmente derruidas por el terremoto de 1812; sólo quedaron los cimientos y el empedrado, que el alarife evaluó en 71 pesos, 5 reales y 3 cuartillos, lo que daba a la propiedad un valor total de 277 pesos con 4 reales.

En efecto, el Maestro Mayor de Albañilería, José Agustín Ibarra que no tiene que ver con el nombre de la esquina inmediata visitó y midió el viejo solar, que lindaba al oriente con cas de herederos de Juan Burgillos; por el sur, calle de por medio, con el casa de los Lovera; y por el poniente y norte con solares de José Antonio Hernández Bello, a quien se le concedió el solar en 1815, mediante el pago de 8 pesos y ½ reales al año.

Por estos datos, podemos situar exactamente el viejo solar del Juego de la Pelota, que tenía 36 varas de fuente, por 18 y ½ de fondo, en el ángulo noreste de la actual esquina de la Pelota, inmediatamente al este de la casa que ocupaba la esquina propiamente dicha.

Esquina de Traposos

La de Traposos es una de las esquinas de Bolívar, su casa natal está hacia el norte, hacia la esquina de San Jacinto; la de sus tíos Palacios, al Oeste, hacia la esquina de Sociedad. El nombre de la Esquina de traposos es uno, cuyos orígenes se nos muestran menos claros. A esta confusión contribuye no poco la inspiración de nuestros cronistas, quien basado en una u otra interesante conjetura han liberado su imaginación, siempre esperanzados en el acierto de su estro.

Uno de ellos, el talentoso Lucas Manzano, matizando siempre sus escritos con una pizca de buen humor, nos hace pensar que la esquina derivó su nombre de una familia venida a menos que se vio en la situación de vender ropa vieja. Esto le llevó a afirmar que traposo, significaba lo mismo que ropavejero, trapero o trapista. Leámoslo a él mismo: “…Allí vivió un buen número de años una distinguida familia, que por reveses de fortuna fue delegada a último término…(los vecinos) resolvieron enviarles ropas fuera de uso para que cubriesen sus cuerpos, pero cuando se vieron atiborrados de trapos y que otros más pobres podían adquirirlos a bajos precios, establecieron la primera y una sonada venta de ropa vieja”.

Pero “Traposos” como nombre común, no existe en los diccionarios de la lengua castellana, por lo que no podemos confirmar la interpretación propuesta.

Esa esquina se llamó en tiempos de la república, Esquina de Arrechederra o de los Arrechederra, por la familia que vivió en el sitio. Don Miguel Gerónimo Arrechederra fue uno de los jueces corregidores designados en tercera elección. Como patriota sirvió a los intereses de la nación hasta el momento en que Boves tomó la ciudad en 1814.

En tiempo de la dominación realista, desapareció el nombre de Arrechederra, y en adelante, la esquina figuró en los mapas de Caracas con el nombre de “Esquina de los Traposos”.

En circunstancia nos permite conjeturar, que tal era el nombre de una familia realista que se asentó en el sitio sin dejar otra memoria de su existencia, entonces, decir “los Traposos” era igual que decir, “los Palacios”, “los Ibarra”, “los Escalonas”, los Veroes”, “las Sanabrias”, “las Madrices”, “las Bejarano”, “los Mantillas” y otras tantas familias que en un momento dado le dieron nombre a las esquinas de Caracas. Mucho de esos nombres sobreviven en la ciudad actual.

Como nombre propio, “Los Traposos”, existió en Caracas por lo menos desde fines del siglo XVII, puesto que había una calle denominada de “Los Traposos”, mucho antes que el cognomento se aplicara a la esquina que estudiamos.

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